Todos van sin parar. Miran vidrieras y las tarjetas de débito y de crédito vuelan a pasos agigantados. Es el indicio claro que ha comenzado la fiebre navideña que solamente ha de ser disfrutada por esos pocos, mientras brilla el hambre y la desnutrición por doquier. Simplemente responden al llamado de la mera propaganda, sin pensar porque se ha de gastar semejante dineral para disfrutarlo pocos días...
El capital nuevamente da batalla. La radio y la televisión nos bombardean sin parar. Los diarios nos invitan a la adoración del Dios Consumo a cada página que se deslizan entre nuestros dedos, mientras aquel chiquillo barrigón mira esa vidriera de juguetería al recoger unos pocos cartones que, casi seguro, proveerán a su cena.
Corremos y no nos damos cuenta. O aparentamos hacerlo, mientras nos empujan para entrar al refrescante shopping en pleno verano. En la vereda, un muchacho con discapacidad motriz va recogiendo las últimas monedas para intentar comer algo. Contracaras de una ciudad en pleno furor navideño.
Todo nos lleva a un movimiento febril. De nada podemos olvidarnos, del amigo, del pariente o de aquel que marcó nuestras vidas. Pero, ¿nos acordamos de los sumergidos? ¿nos acordamos de los niños sin padres, de los ancianos que no tienen visitas y de las personas con discapacidad en pleno abandono?. De ellos, sí nos olvidamos porque vivimos en una burbuja que nos impide mirar hacia nuestros costados, empujados por el color y el neón.
La mesa se va tendiendo, pero pocos comensales se van sumando. Solamente, los agraciados por el Dios Mercado y el Dios Consumo están invitados al banquete mientras los otros, también integrantes de la humanidad, siguen buscando su destino. ¿Nos podemos conformar con ello? ¿Podemos estar tranquilos mientras el hambre brilla en la esquina de nuestro barrio?
La Navidad sigue siendo para pocos. Al capital, poco le interesa lo humano pues, para él, lo importante es el Ángel Dinero que todo lo compra. Y a los demás, que los parta un rayo o que se desbarranquen en el abismo más próximo.
Que esa poquedad no nos invada y que podamos buscar, de alguna manera, agrandar la mesa. De esa forma, habremos contribuído a la humanidad. Por supuesto, ello no es poca cosa en los tiempos que corren, donde todo es efímero y se hace plena vulgaridad...
Javier Sanz
21/12/07
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