domingo, 12 de agosto de 2007

Niñez: Cuando todo es invisible.

Día del Niño. Al menos, en teoría, de la mano del capital que sojuzga a la mayoría de la humanidad para intentar rasgarse las vestiduras frente a la realidad que nos abruma. Pero resulta invisible para muchos de nosotros, porque nada hacemos para intentar un nuevo mundo para ellas y para ellos. Los vemos en las calles, en las avenidas, limpiando vidrios o mendigando monedas a cambio de estampitas para poder conocer el único plato caliente del día, mientras nosotros nos embarcamos en el colectivo o en el subte para llegar a esa cama caliente que no conocen.
 
Niñas y niños en multitud desgastan su humanidad recorriendo las calles, mil y una veces, buscando el abrigo o el alimento pero también nos encontramos con aquellas y aquellos que hurgan en la tierra para saciar el grito de su estómago vacío, cuyo destino es la desnutrición que lleva a la discapacidad mental. Pero nosotros seguimos mirando para otro lado. Algunos dirán que es culpa de los padres... Mentira: también es culpa nuestra, porque formamos parte de una sociedad que no protege a estos seres que no tienen la culpa de haber nacido y que tampoco colabora para que sus padres tengan la forma de sustentar sus vidas y la de sus hijos. El mensaje del capital es claro: pobres, siempre hubo y los habrá... A esto se le puede agregar, seguirán existiendo porque es la condición básica del capitalismo que destruye la esencia humana.
 
Día del Niño. ¿Qué futuro les espera a los limpiavidrios, a los precoces mendigos y a los que roban para saciar sus necesidades básicas?. Es lo que no miramos, mientras los partidarios de la mano dura esperan la construcción de nuevas cárceles y el exterminio a manos de las balas policiales, antes que la construcción de un modelo económico y social que sea incluyente y no, como el actual, expulsor del sistema. En este esquema actual, su futuro es la muerte, tanto civil como física, porque todos miran para otro lado y porque la violencia social y estatal confluyen para proseguir con su tarea de exterminar a aquellas y aquellos que molestan a la acumulación o bien, se los predestina para otros roles como las adolescentes en manos de tratantes de blancas, para satisfacer a los concurrentes a los quilombos o como los niños y adolescentes, a quienes se les induce a entrar en el delito...
 
¿Qué estamos esperando?. Tal vez, nuestra conciencia siga tranquila mientras tengamos un techo, comamos cuatro veces al día y solamente nos preocupemos por nuestras familias. Pero no olvidemos que ellas y ellos nos miran, nos están esperando... No es poca cosa. Mientras el Estado busca las soluciones mágicas a través de la represión, nos quedamos delante de la caja boba mirando Gran Hermano y Patinando por un Sueño pero no nos animamos a colaborar en la búsqueda de los caminos para que esta problemática se visibilice.
 
Ni hablar, desde luego, de quienes nacieron o adquirieron una discapacidad. Ellas y ellos ya están marcados por el capital: son inútiles, no sirven y deben ser arrojados al precipicio. El Estado, como cual Esparta, sigue incumpliendo con la obligación de proteger a aquellos que son vulnerables; primero, los niños y segundo, los que tengan alguna deficiencia que les impida proseguir su camino en este mundo por el mismo que nosotros recorremos. Y este abandono es imperdonable, pero el poder sigue los dictados liberales y desoye las voces que lo conminan a humanizar al mundo, antes que sea tarde...
 
Día del Niño. Que todas y todos los niños de la Argentina, de Latinoamérica y del Mundo puedan comenzar otro camino que los lleve hacia una vida adulta en plenitud, de nuestra mano y de la de todas y todos los que pensamos y creemos en un planeta Tierra absolutamente diferente al actual.
 
 
Javier Sanz
 
 12/08/07 

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