domingo, 8 de julio de 2007

OLVIDANDO EL CLIMA.

Estamos en invierno. La calle está helada y no sabemos donde ni cuando entraremos en el lugar señalado para intentar resguardar nuestra humanidad que tirita a cada instante. Pasos ligeros dominan la vereda, casi sin parar, para encontrar esa parada, esa estación de subte que nos lleve al trabajo o a nuestro hogar. Pero queremos olvidarnos del frío que hiela las manos y que anima a la búsqueda del chocolate caliente.
 
Vamos como tontos, apurando el paso y sin pensar. Vamos casi corriendo, para hallar la tibieza perdida y así olvidarnos del clima. Sensaciones de invierno que llega para quedarse, para que no olvidemos las cuatro estaciones. Nos pone incómodos, a veces y otras, nos ayuda a acelerar el regreso para disfrutar de la mujer amada o del libro que nunca terminamos de leer y que tantas veces nos prometimos finalizar. Pero todo sigue girando a nuestro alrededor y no queremos mirar a esos chicos o grandes que duermen bajo esos gruesos cartones en el zaguán de la galería...
 
No queremos saber lo que pasa en estos tiempos de fría normalidad impuesta. Pareciera que nos debemos al mandato de aquellos que nos obligan a renunciar a nuestros sueños y a relegar nuestros deseos. Pero todavía hay esperanza en quienes siguen caminando a paso lento, advirtiendo las miradas y escudriñando al otro para encontrarlo a cada instante. El miedo nos paraliza, el propio y el ajeno. Casi sin esperar, nos atenaza la mente y el corazón pese a todas las cosas y personas que encontramos en nuestro camino.
 
Queremos olvidar al clima gélido de estos meses, pero también a quienes no tienen techo ni comida caliente. Ese es el cruel mandato de un capital con garras firmes que pretende destruir la humanidad de un plumazo para beneficio de esos pocos que, eso sí, gozan de la calefacción del espíritu y del cuerpo en grado superlativo. Pero no podemos dejar solos a nuestros semejantes, podemos ir olvidando el clima pero también debemos pensar en ese ser que duerme en aquella esquina, en aquella cuadra y que seguramente mendigará una taza de líquido caliente o un plato de guiso batiente.
 
Podemos ir olvidando el clima, porque nos acostumbraremos a él. De lo que no podemos olvidarnos es, precisamente, de los otros, de aquellos que hoy están poblando las veredas y que nos están buscando para volver a recuperar la dignidad perdida, la misma que les fue despojada por ese movimiento de acumulación que nos azota, a lo mejor, en menor medida pero que pretende imponernos su verdad: el genocidio andante de la pobreza y de la indigencia. Según los grandes exponentes de dicha teoría, deben existir y morir pobres para que vivamos nosotros pero eso es mentira... Es una cruel falacia que debemos desterrar cuanto antes porque, algún día, el capital nos desterrará a ese mismo destino que hoy vemos en las calles porque solo sabe de números y no de humanidad.
 
Iremos olvidando el viento que nos corta el rostro, pero tratemos de no olvidarnos de tantas y tantos que no tienen el derecho a una vida digna y sin condiciones impuestas por los que pretenden ser dueños de nuestra alma y de nuestro cuerpo...
 
Javier Sanz
  08/07/07

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