miércoles, 30 de noviembre de 2005

ENTRE EL DICHO Y EL ACTO.

 
Muchas veces, solemos decir que existen diferencias entre el decir y el hacer de los seres humanos, pero también ocurre que nunca pensamos acerca de lo que acontece con nosotros mismos.
 
Hablamos de contradicciones, en términos de mentiras y sutilezas, mientras solemos abusar de ellas en nuestra propia vida. ¿Qué diría el señor Dicho y el señor Acto ?. Buena pregunta para un pequeño cuento que ilustre esta particularidad humana...
 
Caía la noche. El señor Dicho caminaba lo más campante por ese camino llano de la palabra, de la verba inflamada, cuando el señor Acto, apareciendo de sorpresa, se dirige a él: - Buenas noches, Don Dicho... ¿ Ha encontrado algo nuevo ?. Sorprendido, atina a responder: - Siempre encuentro alguna novedad, algo que expresar en este mundo alocado y sin tiempo...
 
Don Acto, con una leve sonrisa, repregunta: ¿ Está seguro ? y Don Dicho, sin mosquearse, vuelve a responder: - Totalmente... Las palabras vuelan con el viento, perdiéndose entre el bosque de los humanos para hacerlos fluír entre ellas.
 
Pensativo, Don Acto, con esa tranquilidad de los años pasados, le dice: - Es cierto, esa fluidez es la que lleva al impulso vital para transformarlas en hechos o al modificar los acontecimientos para desdecirlas... Y Don Dicho le pregunta: - ¿Alguna vez estaremos juntos ?. La respuesta no se hizo esperar: - Tal vez, algún día, los hombres y las mujeres comprenderán la importancia cabal de nuestra unión y harán otro mundo diferente, aunque parezca mentira...
 
Las estrellas iluminaban el cielo oscuro y Don Dicho, abrumado por el sueño, se limita a musitar: - No lo creo, la mente humana tiene tantos recovecos que es imposible pensar en esa quimera; sin embargo, ¡¡ quién sabe si alguna vez se hará realidad !!!. Don Acto, en eterna sabiduría, concluye: - Si los hombres y mujeres no fuesen imperfectos, es posible que esta unión sería un éxito rotundo pero esa misma imperfección es la que los hace humanos y por ende, lo que sí puede pasar es que pasemos alguna temporada juntos pero nunca caminar de la mano...
 
No hay dudas. El ser humano tiene sus propias circunstancias, las mismas que lo llevan a construir su mundo y el de los otros, pero todavía existe esa mínima posibilidad: la de la coherencia entre el decir y el hacer; al menos, en ciertas partes de su existencia.
 
Sin embargo, solamente depende de nosotros mismos, de nuestra voluntad en cada uno de los momentos vitales que nos rodean. Seguramente, si buscamos la ocasión oportuna y no nos dejamos llevar por el huracán de la verba inflamada, encontraremos esa unión perdida en el bosque de nuestro ser y de nuestras neuronas...
 
Seguramente, nuestra existencia sería mucho más agradable que vivir en el medio de las conocidas y eternas contradicciones.
 
Javier Sanz
 
 30/11/05 

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