viernes, 18 de noviembre de 2005

EN BOCA CERRADA, NO ENTRAN MOSCAS.

Parece ser que este dicho paterno y materno es cosa usual de estos tiempos modernos, donde la mínima insinuación o mirada puede ser tomada como indicio de culpabilidad por parte de otro semejante.
 
¿Será que no hemos olvidado las enseñanzas de la dictadura militar? ¿nos habremos acostumbrado a callar lo que sentimos o pensamos?. Puede ser. Desde hace años, nuestros padres, tan mimetizados con el paradigma de los tres monitos, nos vienen enseñando a callar aún ante la mayor injusticia y a resignarnos ante lo que se presenta en nuestro mundo y ante nuestra vista.
 
Pero también la parafernalia de la dictadura mediática viene dictando ese viejo dicho. A lo mejor, muy sutilmente, casi al pasar entre tanda y tanda o en el medio de ese noticioso nocturno que oculta más de lo que realmente sucede.
 
Dicen algunos que es mejor callar, que es mejor mirar para otro lado y dejar que otros se hagan cargo de ese niño abandonado, de ese desocupado que busca el pan para su familia, de esa persona en silla de ruedas que pretende cruzar esa avenida plagada de cuatro ruedas que insisten en transitar a toda costa y sin importarles los peatones...
 
Sin embargo, me permito el exabrupto de contestar que no es posible callar ante semejante barbarie, ante la impuesta por quienes constituírse en amos y señores de nuestras vidas. Tal vez, porque eso de la boca cerrada para que no entren moscas nos lleve a ser condenados, precisamente, por nuestra propia indiferencia.
 
Y es hora, bien o mal, de comenzar a respirar nuevos aires, de inspirarnos profundamente para encontrar las respuestas que necesitamos para poder dejar de decir, como nuestros mayores, que en boca cerrada no entran moscas...
 
 
Javier Sanz
 
 18/11/05

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